domingo, enero 15, 2006
Fahrenheit
Bajaré la voz. Lo diré en un susurro. Te llamaré Walter, y cerraré los ojos cuando te bese. Apagaré las luces cuando te frotes sobre mí y acaricies afanosamente mis pechos. Les contaré a mis amigas de tu Hombría, de lo guapo que eres, de la suavidad de tus labios y de cómo has sido el primero en hacerme venir. Me callaré el detalle de las manos. Tus manos como genitalia que me palpitan adentro y que me frotan los montes abultados afuera. Diré que me penetras fuertemente, como si pudieras. Me guardaré el recuerdo de cómo me afeitas, de cómo me abres las piernas y me suavizas con dedos y cremas. Callaré la referencia de cuando lames mi todo y cuando con ello, destierras a cualquier otro anterior. Llevaré tu perfume de Hombre siempre en mi memoria. Esencia de macho posesivo de mí. Olor de tu cuello. Aroma Fahrenheit.
Diré a los familiares que trabajas demasiado, que esos días de fiesta estás ocupado, que quisieras conocerlos pero se te hace imposible. Evitaré nuestros públicos encuentros. Veré cuanto me dura. Limitaré mi ansia de compañía perenne a nuestra cama; ese será nuestro rincón, hábitat revolcado de piernas y brazos, cabellos largos entre cabellos largos. Mentiré. Me mentiré con tus olores. No pensaré en todos los labios de tu cuerpo. Cerraré los ojos cuando te clave las uñas a la espalda. Me convenceré frente al espejo. Ignoraré tus pantallas, tus uñas largas pintadas, tu falda sobre una butaca. Me sumergiré en tu centro acalorado. Esconderé el secreto.
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